Que
nunca he sentido más ganas de permanecer de pie que cuando alguien se creía con
el derecho a quitarte la sonrisa. No lo consiguió, porque siempre tuve oídos
para escuchar lo que querías decir o callar, nariz para oler un disgusto, ojos
para buscar soluciones, boca para decir lo que pienso y manos para, precisamente en cada uno de esos días (será que me guía la magia), gastar papel
marrón.
Cada día
más de pie, y cada día las piernas se volvían más fuertes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario