Los papeles volaron, se fueron colocando todos en su sitio y, al despejar la mesa, no supe encontrarte. Sólo quedaba el cerco de una taza de café, que me acompañó durante el viaje por las curvas que con mis letras dibujaron tu silueta.
Se me hace imposible, tu cerco es indeleble. Y me gusta llevarlo.
miércoles, agosto 01, 2012
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