jueves, enero 03, 2013

Belleza


Que no, que no hay nada más grande. Conocí el sol cayendo en oriente, la luna y el olor a hierba en los acantilados de las islas del norte, el calor de la arena del sur, el frío inhóspito de la ciudad de la luz.

Descubrí sabor del té verde de manos de una vieja desdentada, el valor de la paciencia de un anciano de gorra, los nombres de las nubes de un intrépido maestro, las noches sin sentido de una granja sin remedio.

Pero no encontré nunca nada más grande que lo que me hacía sentir ese gesto, impetuoso, lleno  de todo lo que sabía dar en tan poco. Y, como sus mejores cosas, de repente. E imborrable.

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