Claro
que habrá palabras que nunca te lleguen, como las que se me ahogan cuando te
veo estirar la mano, o las que dicen lo que hay en esos silencios que me dejan
cara de tonto. Hay también palabras que se disuelven en un té verde de envidia y
las hay que navegan conmigo entre páginas prestadas.
Otras,
las más de las veces, las grito por casa y yo creyendo que las canto para
desgracia de mis vecinos, me acompañan y me las guardaré porque de nada
serviría soltarlas a volar como si ellas también fueran mariposas.
Y está
bien así, que nunca te regalé nubes, sólo sonrisas.
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