martes, octubre 16, 2012

Técnica


Unas gotas saludaban al otoño en el cristal de la ventana con un ritmo perezoso, otras se esforzaban por trepar desde el filtro de la cafetera. Y con ese café se enfrenta a un papel en blanco, con la impotencia que da la seguridad de nunca tener palabras con que llenar los huecos de un corazón enorme.

Encaró el reto con la mejor arma que le había robado de su arsenal, una sonrisa que da mordiscos salados demostrando una vez más que la grandeza es tan sencilla como un brillo en los ojos. No le volvió a importar no tener palabras que merezcan la historia, sólo se dejó guiar porque cada línea apuntara humildemente a la comisura de su boca. Porque las cosas sencillas, grandes, no necesitan ser explicadas. Basta con señalarlas, y ellas solas se revelan.

Y con ese olor a café las palabras formaban nubes, dibujaban sólo detalles sin la menor prisa pues no había miedo al olvido, lo llevaba todo debajo de la piel y por cada poro le salían las letras mientras no paraba de sonreír.

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