No sé
pero quizá tenía mucho más sentido del que parecía, lo que es seguro es que
aquel regalo prendió, y creció. Ahora lo miro, lo mimo, lo rimo todos los días
porque escribo a su lado mientras no para de hacerse más grande, contradiciendo
a todos aquellos empeñados en que el rescate está en el olvido y en el tiempo
la cura de lo que ven como un mal y que no es un mal sino una bendición. Crece
al sol protegido por un cristal entreabierto decorado con una pegatina,
saludando a la luz y buscando su brillo. Crece insolente, descarado y sin
miedos como un poema de colegio.
Qué
curioso, qué bonito que a mi lado prosperen unos pequeños brotes de hierbas
aromáticas.
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