-Enséñame un secreto, una calle, tu rincón, ese hueco que no ven los turistas. Ése sitio tranquilo que te da esperanzas.
-No soy de ésos que se llenan la cabeza de esperanzas.
-Todos tenemos esperanzas.
-No, yo no.
-¿Quieres que en tu vida nunca pase nada?
-No digo eso.
-La esperanza es querer que te pase algo. La fe es creer que te va a pasar antes o después. Tú lo que no tienes es fe.
-Pues entonces te enseñaré las sillas.
-Suena bien, por lo menos es un comienzo.
-No te creas, no es nada más que eso. Una colección de sillas viejas.
Y subimos al tranvía en Jervis, sólo por hacer el vago dada la distancia al museo, línea recta, coge usted la calle y la sigue hasta darse de bruces con la entrada. Volvimos a buscar a los revisores sin éxito, nunca conseguimos ver ninguno. Pero jamás nos atrevimos a montar sin billete, cosas de la edad.
Fue un suspiro, de la puerta trasera del tranvía a la delantera y ya nos bajamos.
-¿El museo de artesanía?
-El museo de artesanía
-¿Aquí es donde están las sillas?
-Aquí es donde están las sillas
-¿Te estás quedando conmigo?
-Sólo provocado por la profundidad de tus preguntas.
-Eran retóricas. RETÓRICAS ¿sabes?
- Sé.
El vestíbulo era grande, luminoso, claro. Apostaste tu cazadora de cuero gastada al 63, colgaste de tu hombro de manera despreocupada tu vieja cámara analógica, la primera que compraste, la que se unió a ti cuando te separaste de tus raíces y te diste a conocer al mundo. Y el mundo te saludó. La misma que ya sólo usabas por placer, para fotografiar sin presión cosas que en realidad te fotografiaban a ti. Y caminamos. Pasamos la colección de monedas, la de artefactos de guerra, la temporal de las indias orientales que nos hizo sentir como en la semana de la china de el corte inglés. Y, como en el corte inglés, llegamos a los muebles. De muchas formas se puede aproximar una a una sociedad. A través de sus escritos, a través de sus detritos (cosas estas dos que a veces coinciden), a través de sus guerras y sus muertes, sus ciencias, sus creencias (cosas estas dos que a veces se confunden). En ésta sala lo hacían a través de los muebles. Camas, mesas, escritorios luis-el-que-sea y en un rincón, casi al final, las cinco sillas. Diferentes épocas, diferentes estilos.
-Esto es. La primera vez que lo vi, me impresionó un poco y todo. Y sonreí.
-No lo pillo.
-Fíjate en las fechas.
-1680, 1715, 1880, 1910, 1930…
-A mí me hablan de artesanía y de la manera de hacer las cosas. O de la manera en que vemos a las cosas que hacemos, de sus fines, de su vida. Ahora olvida las fechas. ¿Cuál de ellas dirías que está más deteriorada?
-Ya. Lo pillo. La de acero cromado y cuero; está oxidada y el cuero agrietadísimo. Y siguen en sentido inverso a la cronología.
- Pues eso a mí me dice mucho.
-¿Y eso te da esperanzas?
-Ya te dije, no tengo la cabeza llena de esperanzas. Qué manía con el rosa.
-Igual es mejor que la actitud cualquier-tiempo-pasado-fue-mejor.
martes, septiembre 21, 2010
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