martes, septiembre 10, 2013

Sola

En ese mes (apenas un mes) le dio por quitarle los clavos a mi cruz, y enterrarlos en el vergel de su jardín. Y con la madera hicimos un banco donde sentarnos a mirar las estrellas, y un jergón desde donde hasta ellas nos envidiaban. Se le da bien la madera.
Aún así sobró, y la esculpimos con forma de dos barquitos. Y cada uno se encargó de pintar a mano el del otro, y de darle nombre. Los soltamos a la mar en un día de tormenta, a la deriva.

Cada uno tomó su rumbo libre tanto para separarse como para volverse a encontrar, y que la marea nos sea propicia!

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