La
magia de la que hablo no es esa barata que hace desaparecer las cosas. Yo hablo
de la que provoca sudor y risas sofocadas, la que te remueve por dentro y te
empuja, la que hace aparecer soles.
Esa
magia es para los que creen, para quienes se esfuerzan por seguir sonriendo,
por pisarse los pies. Que esto de la
vida no es un calvario, es una pista de baile y la orquesta se va por la
mañana. Quedarse sentado es una simple pérdida de tiempo.
Ese
tipo de magia es la que me gusta. La que, en vez de hacer desaparecer cosas,
logra que te acompañen para siempre. No desaparecen, por mucho que a los
aficionados al calvario les gustase.
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