Los hay (escondidos, invisibles pero los hay) que piensan en nosotros como si fuéramos tallo de hierba verde o diente de león por los que la araña que es el tiempo ha tejido una red que nos une. Se me ocurrió por ella, la del gorro rojo de playa, que fue la que en su noche me habló al oído y a oscuras de hilos que se tejen invisibles, frágiles como promesas y fuertes como deseos. Ya no me habla al oído, bien sabes que no y que por otra parte me ha dejado aún y siempre a oscuras por lo que supongo que cumple conmigo por lo menos a medias.
Bueno el caso es que lo piensan, los malditos, con el espíritu del dominguero que aplasta, rasga y rompe todo lo que sus goretex pisan. Y lo piensan con el ánimo de un niño revuelto que se entretiene destrozando los hilos y riéndose de la implacable araña-tiempo. Creen ser como aquellos corredores de maratón que para llegar a la meta han de cortar a golpe de pecho la cinta que une los postes del portal de llegada, y apurando los últimos pasos de la carrera se ven a sí mismos siendo el corredor que empujado por la felicidad del éxito cercano consigue hasta dejar de renquear con sus caderas y alza el pecho en busca del beso de la cinta sin saber que no son corredores, que son moscas-quijote que se creen corredores y ven cintas de meta en vez de telarañas, y se dirigen extasiados y con deleite a una meta que no es meta sino fin que la araña-tiempo certifica mientras refuerza sus hilos eternos.
2 comentarios:
Neñu, actuliza...
Tienes toooda la razón del mundo...algo caerá
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